¿Alguna vez has estado en Bremen? ¿No? ¿Y ni siquiera te lo has planteado? Pues eso tiene que cambiar…
Bremen es una de esas ciudades que suelen quedar relegadas en favor de otras más vistosas como Roma, París o Londres, pero es una maravilla de sitio en el que lo tradicional convive con lo cosmopolita.
Además, pasar unos días allí sin arruinarse es relativamente sencillo, así que, si buscas un destino que no te deje en números rojos, harías bien en incluirlo en tu lista de viajes pendientes.
Para que vayas abriendo boca, aquí te traigo diez cosas que puedes hacer, ver y comer por menos de diez euros.
No hay nada mejor que un buen desayuno para comenzar un idilio con una ciudad que acabas de descubrir y, si quieres disfrutar de uno estupendo por menos de diez euros, Presse Bar Cuisine es una apuesta segura.
Sirven comida exquisita (repostería italiana, bandejas de embutido y quesos, huevos revueltos…), y todo ello por entre tres (los pasteles) y nueve euros (las bandejas).
A nosotros nos encantan las bandejas, por eso de que te puedes poner como el Quico, y el Cottes Frühstück, que cuesta siete euros e incluye dos panecillos con queso de untar, salami y queso, además de un café o un capuchino. Hala, ya puedes empezar el día con energías.
Si vas a visitar esta ciudad del norte de Alemania, tienes que conocer sí o sí la historia de Los músicos de Bremen de los hermanos Grimm. Así que, si por un casual eres de los pocos que no han oído nunca ese cuento, aquí va un resumen.
Cuatro intrépidos animales, cansados del trato que reciben de sus dueños, se escapan de las granjas en las que viven. Se encuentran por el camino y deciden ir a la gran ciudad (Bremen) para hacerse músicos y buscar fortuna.
Al final, no consiguen llegar a Bremen, pero todos acaban viviendo felices y comiendo perdices, y la ciudad les ha concedido a estos cuatro valientes la ciudadanía de honor.
Su estatua se yergue en el lado occidental del Ayuntamiento; frota las patas y, ya puestos, lánzate y dale un beso al burro para que te traiga suerte.
Desde ahí, ve a ver el Bremer Loch (literalmente significa el “agujero de Bremen”, pero que no cunda el pánico porque no es nada siniestro); se trata de un sumidero situado en la Plaza del Mercado.
Si tiras un euro por la ranura, oirás a los músicos darte las gracias. Además, el dinero recaudado de esta forma tan curiosa se destina a obras benéficas, así que te quedarás con buen sabor de boca.
El barrio de Schnoor es el más antiguo del casco histórico y es probablemente una de las zonas con más encanto por las que pasearás en tu vida.
Se trata de un barrio perfectamente preservado en el centro medieval de Bremen, con un laberinto de callejuelas empedradas repletas de tiendecitas y cafeterías que te harán sentir como si hubieras retrocedido en el tiempo o te hubieras colado en la grabación de una peli de Disney.
Dado que recorrer las calles es gratis, qué mejor que gastarte los diez euros en un recuerdo típico (te recomendamos algo relacionado con los omnipresentes músicos).
El Ayuntamiento está situado en pleno centro de la ciudad y lleva unos seiscientos años presidiendo la famosa Plaza del Mercado.
Es un edificio fascinante y el simple hecho de verlo por fuera ya merece la pena, pero es que, encima, por solo cinco euros tienes la posibilidad de descubrir también su espectacular interior durante una visita guiada que incluye unas pinceladas sobre la historia de la ciudad.
Las visitas están disponibles en alemán e inglés, no duran demasiado y los guías hacen que resulten muy amenas. Si te apañas bien en cualquiera de estos dos idiomas, puedes consultar los horarios y otros datos de interés aquí.
¿Se te ocurre mejor plan que gastarte diez euros en piruletas, regalices y golosinas?
A nada que seas una persona como Dios manda, habrás respondido que no, así que busca la Bremer Bonbon Manufaktur, en la Böttcherstraße (más adelante te contamos más cosas sobre esta calle).
Si la orientación no es tu fuerte, no te preocupes, porque el olfato te llevará directo hasta este paraíso del azúcar.
Es un sitio pequeñito en el que elaboran las gominolas delante de ti. Por diez euros te puedes llevar una bolsa llena para darle la alegría de su vida a más de uno al volver a casa.
O puedes comértelo todo tú solito. Tú decides. Yo probablemente optaría por lo segundo…
El Bremer Knipp es un plato típico de la ciudad, una salchicha gigantesca (de unos diez centímetros de diámetro, nada menos) que se sirve en rodajas en lugar de en la forma tradicional.
Schüttinger Gasthausbrauerei es uno de los mejores sitios para degustar esta deliciosa muestra de la gastronomía de la ciudad. Es un plato contundente, grasiento y crujiente, que se sirve acompañado de patatas, beicon, cebolla y pepinillos.
Vamos, la elección idónea si intentas cuidar la línea… Pero a quién le importa, cuando uno está de vacaciones no hay dieta que valga. Además, solo cuesta 9,90 euros, así que ¡a disfrutar!
La Catedral de San Pedro de Bremen es el edificio más alto de la ciudad y, por lo visto, hay una ley no escrita que establece que debe seguir siendo así siempre.
Es una construcción imponente que mezcla estilos románico y gótico, y que no te deberías perder aunque lo de visitar iglesias no vaya demasiado contigo. Por dos euros se puede subir a la torre.
La escalera en espiral que conduce a lo más alto tiene un par de cientos de escalones (si te acabas de comer un Knipp en Schüttinger, la idea de subir igual te parece un chiste de mal gusto), pero el esfuerzo compensa con creces por disfrutar de las increíbles vistas panorámicas de la ciudad que ofrece la torre.
¿A que siempre es agradable escaparse de la ciudad durante una escapada a la ciudad?
El Bürgerpark es un parque enorme, precioso y tranquilo situado en el centro de Bremen, y la entrada no cuesta ni un céntimo. Si el tiempo acompaña, es una auténtica delicia.
Puedes dar paseos, alquilar una barca, montar en bici, visitar el pequeño zoo que hay en el recinto, ver una actuación al aire libre, tomarte algo en una de las cafeterías o tirarte en la hierba y no hacer absolutamente nada (esta última es sin duda nuestra actividad preferida).
Esta calle debe su nombre a los Böttcher (fabricantes de barriles) que antiguamente vivían y trabajaban allí, y conecta la Plaza del Mercado con el río Weser.
A principios del siglo XX, fue adquirida por un comerciante de café (Ludwig Roselius, inventor del descafeinado), quien se propuso restaurarla con la ayuda de varios arquitectos locales.
Hay que reconocer que hicieron un trabajo excelente. Hoy es una obra de arte arquitectónica en la que se encuentran dos museos estupendos, además de infinidad de tiendecitas, restaurantes y la Casa de las Campanas, y en la que se pueden ver espectáculos de multitud de artistas callejeros.
Admira las preciosas fachadas de los edificios y, si te quedas con ganas de más arte, ve a los Museen Böttcherstraße. La entrada de adulto cuesta solo seis euros.
Spitzen Gebel, en Hinter dem Schütting (a un minuto andando de la Plaza del Mercado) es sin lugar a dudas uno de los edificios más emblemáticos de Bremen.
Es la única casa medieval que queda en pie en la ciudad y hoy en día alberga un acogedor pub. Sin embargo, tiene algo que la diferencia de cualquier otro lugar: una tradición que tú puedes ayudar a mantener viva.
Allá por 1913 instaló allí su oficina la unión de transportistas de pianos, que, por lo visto, era una profesión demandada en la época.
Como no les permitían beber durante el horario laboral, los trabajadores solían esconder el alcohol en una antigua lámpara para ir dándole sorbitos a escondidas de cuando en cuando.
Por el módico precio de dos euros, tú también puedes darle un sluk ut de lamp (sorbo a la lámpara). Eso sí, te advierto que no va a ser de los mejores licores que hayas probado, pero forma parte de la tradición y, además, aún te quedan ocho euros para tomarte unas cervezas y olvidar el sabor.
- Dee Murray