Nuestra querida Múnich no está entre las ciudades más baratas de Europa, pero tampoco está, ni mucho menos, entre las más caras, así que es relativamente fácil pasárselo en grande sin gastarse un dineral. Aquí tienes diez propuestas estupendas de cosas que ver, hacer y comer por menos de diez euros.
Donde fueres, haz lo que vieres, ¿no? Pues en Múnich tienes que probar el desayuno bávaro tradicional, que consiste básicamente en una Weißwurst, es decir, una salchicha blanca de ternera, cerdo y un montón de hierbas y especias que está muchísimo más rica de lo que uno pudiera pensar viendo la pinta que tiene.
La técnica habitual para comerla incluso se ha granjeado un nombre propio: zuzeln (succionar). Consiste en romper la piel y extraer el relleno de carne aspirando, pero tranquilo, que nadie te va a mirar mal si pides un tenedor y un cuchillo.
Lo normal es acompañar la salchicha de un pretzel blandito, una buena ración de mostaza y, ya puestos, una jarra de Weißbier. Weißes Bräuhaus es probablemente el mejor sitio para tomarte este desayuno de campeones; allí tienes una salchicha, un pretzel y una cerveza por unos siete euros.
Sí, ya sabemos que lo de desayunar con cerveza no es lo más común del mundo, pero no olvides que estás de vacaciones. Eso sí, pídete también un vaso de agua, porque te espera un día intenso.
InMunich Tours organiza unas visitas guiadas gratuitas de tres horas de duración que salen de Marienplatz todos los días a las once menos veinte de la mañana.
Los guías saben un montón de historias y secretos de la ciudad y, encima, te las cuentan con mucha gracia mientras recorren las calles y te muestran los lugares más emblemáticos, como el carillón del Ayuntamiento, la famosa cervecería Hofbräuhaus o la Residencia de Múnich.
Estos tours son estupendos para tener una primera toma de contacto con la ciudad porque hacen que te enamores de ella nada más llegar, te dan una idea global de cómo es y te descubren sitios que luego puedes explorar por tu cuenta con más calma.
Al igual que ocurre en todos los tours gratuitos, los guías trabajan por las propinas y, aunque nadie te va a obligar a darla, lo suyo es que les demuestres que valoras su tiempo y su esfuerzo.
Si lo piensas bien, diez euros son un precio bastante barato por tres horas repletas de información.
Los surfistas de Múnich son una atracción turística en sí mismos. A pesar de que la ciudad está a más de mil kilómetros del rompiente más cercano, es una meca de este deporte.
El río Eisbach tiene una ola fija (perpetua) y hay una comunidad de gente con mucho talento y dedicación que se entretiene demostrando sus dotes sobre la tabla incluso en los fríos meses de invierno.
Siento decirte que no vas a poder emularlos porque es una actividad peligrosa debido a la escasa profundidad del agua y a que el fondo está lleno de rocas; de hecho, aunque se lleva practicando desde la década de los setenta, no se legalizó hasta 2010.
Hubo una época en que no era raro ver a algún que otro intrépido vestido de neopreno y calado hasta los huesos huyendo a carreras de la policía.
En un momento dado, las autoridades vieron que no había nada que hacer y decidieron legalizarlo. Si quieres sorprenderte con la habilidad de estos surfistas de río, ve al puente que hay junto a la galería Haus der Kunst.
Aunque no seas de los que disfrutan viendo iglesias, no podrás evitar quedarte maravillado con la opulencia de este templo situado en la Sendlinger Straße.
A los que la construyeron lo del diseño minimalista o lo de que “menos es más” debía de sonarles a chino, porque cada milímetro cuadrado del lugar está pintado, bañado en oro o esculpido.
La verdad es que el exterior, aunque es bonito, no te da ninguna pista de lo que esconde tras las puertas de madera y no sería raro que pasaras de largo, pero aquí estamos nosotros para evitar que eso ocurra y puedas ver con tus propios ojos esa explosión de lujo barroco.
La iglesia no es muy grande y se recorre enseguida, y lo mejor de todo es que la entrada no cuesta ni un céntimo. Yo creo que te hemos dado motivos suficientes para visitarla, ¿no?
El Viktualienmarkt empezó siendo un modesto mercado de campesinos y se ha convertido en un lugar selecto al que acuden los amantes del buen comer.
Además de todo tipo de productos locales (carne, queso, pan, dulces, vino, fruta, verdura, flores…), también hay puestos estupendos de comida callejera.
Hay aproximadamente 140 tenderetes en el mercado, y es fácil pasarse medio día disfrutando de este lugar que es todo un regalo para la vista, el olfato, el gusto y hasta el oído.
Entrar en el mercado es gratis y, ya que tienes un presupuesto de diez euros, qué mejor que pedirte una cerveza o un café y algún plato típico de Baviera en uno de los puestos.
Para apreciar la Iglesia de San Pedro de Múnich tampoco hace falta ser un fanático de los templos. Aunque el interior no es tan espectacular como el de la Iglesia de Asam, en el lateral izquierdo del altar está expuesto el esqueleto repleto de oro y joyas de Santa Munditia, que descansa sobre unos cojines en un ataúd transparente, observando a los visitantes con sus ojos de cristal.
Hasta los dientes los tienes cubiertos de piedras preciosas (¿será esta santa el referente de estilo del rapero Lil Wayne?). Una vez que hayas visto esta reliquia peculiar y algo espeluznante, paga dos euros y sube al mirador del campanario.
Hay 306 escalones hasta lo más alto y el ascenso es bastante estrecho y oscuro en algunos puntos, así que, si sufres de claustrofobia, lo mejor será que te quedes abajo en compañía de la santa más reluciente del mundo.
El Jardín Inglés es un parque enorme y maravilloso, y, aunque ya te hemos mandado allí para ver a los surfistas, se merece un hueco propio en esta lista.
Además del río con su ola perpetua, cuenta con una terraza para tomar cervezas, un jardín japonés y una casa de té, una pagoda, un templo sobre una colina, un lago precioso, una zona nudista, un teatro al aire libre y hasta algunas ovejas.
Alquila una bici en Mike’s Rentals, en la Brauhausstraße y en pocos minutos podrás llegar al extremo sur del parque.
Así podrás ver muchas más cosas de las que verías andando, y el alquiler solo cuesta diez euros la primera hora (y dos euros por cada hora adicional, así que te puedes quedar en el área nudista bronceándote esas zonas que nunca ven el sol todo el tiempo que te apetezca).
La Alte Pinakothek es una de las galerías de arte más antiguas del planeta y tiene una colección fascinante (considerada una de las más importantes del mundo y que incluye, por ejemplo, La Piedad de Boticelli). Actualmente se están renovando varias zonas de la galería y se prevé que las obras concluyan en 2018.
En el momento de mi visita, dado que algunas áreas estaban cerradas al público, la entrada solo costaba cuatro euros, un precio que pagué encantada porque se podía admirar buena parte de la colección.
Si vas un domingo, la entrada solo cuesta un euro. Por cierto, no te pierdas La caída de los condenados de Rubens (en la imagen de arriba a la derecha), es una obra impactante.
Si no tienes pensado pasar la noche de un lunes en Múnich, igual después de leer esto cambias de idea. La Blade Night es un evento increíble que concentra a miles (sí, miles) de patinadores que recorren las calles de la ciudad a partir de las nueve de la noche.
Si no tienes patines, no te preocupes, porque en el puesto de K2 que hay en la línea de salida te prestan unos y lo único que tienes que hacer es comprar una cinta de participante por dos euros de nada.
Además, con esa cinta tienes derecho a un diez por ciento de descuento en el bar en el que todo el mundo se reúne para picar o beber algo después del recorrido. Eso sí, no tardes mucho en pasarte por el puesto, porque los patines vuelan.
La Hofbräuhaus es la cervecería más grande, antigua, animada y famosa de toda la ciudad. Casi siempre está abarrotada (sobre todo de turistas, las cosas como son) y es un pelín más cara que otros locales similares, pero tienes que ir allí a tomarte como mínimo una cerveza (un litro de Hofbräu Original cuesta ocho euros).
El sitio es enorme, tiene mesas para más de 2500 personas (aun así, es posible que te cueste encontrar hueco) y hay música bávara en directo casi todo el día.
Si tu plan es pasar la tarde en una cervecería tradicional y tienes el presupuesto justo, es mejor que elijas una más modesta y barata, pero pásate también por la Hofbräuhaus, aunque solo sea para poder presumir de haber estado allí.
- Dee Murray