Guía para una escapada exprés a Ámsterdam

Ámsterdam es una ciudad que me fascina. Tiene dos caras totalmente diferentes: una respetable, con una amplia oferta cultural, y otra plagada de hedonismo y perversión.

 

Lo mejor es que ambas facetas no solo se las arreglan para coexistir en armonía, sino que se complementan para convertir Ámsterdam en una capital atrayente, cautivadora y sorprendente.

 

Hay millones de cosas que ver en Ámsterdam (no te exagero) y un fin de semana se queda corto para conocer la ciudad. Pero, si no dispones de más tiempo, aquí te doy un par de consejos para que le saques el máximo partido a la escapada.

Hazte con una tarjeta Iamsterdam

Esta tarjeta es la mejor inversión que puedes hacer en la ciudad porque te permite ahorrar tiempo y dinero.

 

Una tarjeta de 48 horas cuesta 65 euros y con ella entras gratis al zoo (que normalmente te costaría 20,50 euros), a prácticamente todos los museos de la ciudad (incluido el de Van Gogh, que vale 17 euros) y, por si eso fuera poco, también puedes hacer un crucero de una hora por los canales (hala, otros 16 euros que te ahorras).

 

Encima, te evitas tener que hacer cola para comprar las entradas. Créeme, cuando veas la pedazo de fila que hay a la entrada del Museo de Van Gogh, vas a dar gracias al cielo por haberme hecho caso. Si vas a pasar solo un par de días en la ciudad, tienes que aprovechar cada minuto y no malgastarlo a lo tonto.

 

La tarjeta, además, te permite usar el transporte público todo lo que quieras (un billete de 48 horas cuesta por lo general 12,50 euros), y con ella tendrás un par de cosillas gratis y descuentos en restaurantes y atracciones de toda la ciudad.

Visita el Rijksmuseum

Ámsterdam tiene unos museos y galerías de arte alucinantes. Tres de ellos (el Rijksmuseum, el Museo de Van Gogh y el Museo Stedelijk) reabrieron hace unos años después de unas obras de renovación importantes, y sin duda merecen la pena.

 

Los tres están bastante cerca, en el Barrio de los Museos, así que te los puedes ventilar en un solo día si te apetece, aunque, teniendo en cuenta lo grandes que son, igual es mejor repartirlos en dos días para vértelos a fondo y no acabar hecho una piltrafa.

 

Todo el tiempo que pases visitándolos será tiempo bien empleado. El Rijksmuseum estuvo cerrado por reformas durante una década, y el resultado de las obras es espectacular.

 

Pasa aquí la primera mañana y maravíllate con la obra maestra de Rembrandt, La ronda de noche. Ah, y no te olvides de hacerte la típica foto junto a las célebres letras “I Amsterdam” que hay junto al museo.

 

El Stedelijk también es una maravilla y cuenta con una colección impresionante de arte moderno. Si te quedan fuerzas, no te lo pierdas.

Hínchate a patats o frites

Ámsterdam, al igual que Bruselas, es famosa por sus deliciosas patatas fritas. No en vano la variedad Bintje, considerada la mejor materia prima para hacer las patats o frites, se cultiva en los Países Bajos.

 

Las patatas fritas perfectas tienen que ser gruesas y crujientes, y estar bien embadurnadas de fritessaus, mayonesa, salsa de curry o cualquier otro mejunje que se te pase por la cabeza. Yo fui a dos de los locales más conocidos de la ciudad.

 

Mannekin Pis está en Damrak, a solo cinco minutos andando de Stationsplein (estate pendiente de la gente que lleve un cucurucho morado para dar con el sitio).

 

Las patatas estaban de miedo, pero como tampoco tenía un marco de referencia para poder comparar, para ser lo más meticuloso posible en mi análisis me vi obligado a ir también a Vlaams Friteshuis (Voetboogstraat 33).

 

Las patatas también estaban de escándalo y había nada menos que 28 salsas para elegir. No sabría con cuál de los dos quedarme, así que te recomiendo ambos.

Haz un crucero

Gracias a la tarjeta Iamsterdam, pude subirme en uno de los maravillosos barcos de la Blue Boat Company.

 

Un crucero no es solo una opción perfecta para ver la ciudad en plan vago mientras navegas por los famosos canales, sino que te permite sacar unas fotos estupendas, evitar el bullicio de las calles y disfrutar de una audioguía amena e interesante.

Entra en un coffee shop

Aunque solo sea para tomarte un café… Los coffee shops son una de las señas de identidad de la ciudad, así que son una parada obligatoria. La clave está en elegir el sitio adecuado.

 

Algunos coffee shops tienen una pinta algo sórdida y no son exactamente el lugar donde a uno le apetecería pasar una tarde, y tener que atravesar un escáner corporal a la entrada, como si estuvieras en un aeropuerto, tampoco ayuda.

 

Te recomiendo que vayas a alguno en las zonas más tranquilas y con menos concentración de neones por metro cuadrado. Yo elegí el New Times (Spuistraat 260), un local tranquilo y agradable, con decoración de estilo marroquí y personal majísimo.

 

Grey Area es uno de los más populares, pero si vas hazte a la idea de que probablemente te toque hacer cola.

Cómete unas bitterballen

Las bitterballen son el aperitivo holandés más conocido, así que no se te ocurra irte de Ámsterdam sin probarlas. Son una especie de croquetas pequeñitas, crujientes por fuera y rellenas de carne y salsa.

 

Mojadas en mostaza provocan adicción, créeme. Las venden en la mayoría de “cafés marrones” de la ciudad; yo probé las del Van Dobben.

Visita la Casa de Ana Frank

La Casa de Ana Frank es un lugar conmovedor, pero que forma parte de la historia de la ciudad. Las habitaciones de la “casa de atrás” están vacías porque todos los muebles y enseres fueron decomisados cuando Ana y las otras siete personas que se ocultaban allí fueron delatadas y deportadas.

 

Lo único que queda es una sensación de opresión, una claustrofobia casi palpable en esos espacios en los que se vieron obligadas a vivir ocultas durante dos largos años, siempre cuchicheando, con el miedo constante a ser descubiertas… Cuando piensas en lo que les deparó el futuro, se te hiela la sangre.

 

El diario de Ana, tan precoz y vital, no solo nos cuenta su historia, sino que nos recuerda que esta niña fue tan solo una entre millones y que cada una de ellas tenía sus pensamientos, esperanzas y sueños. La casa recibe muchos visitantes, así que reserva por internet con antelación para evitar las colas.

Ve al Museo de Van Gogh

Para mí, este museo fue el plato fuerte del viaje. Está muy bien diseñado y te permite conocer no solo la obra de Van Gogh, sino también su vida.

 

Además de 200 cuadros y 500 pinturas, en el museo se exponen más de 700 cartas que ayudan a contar la historia del hombre brillante, vehemente y atormentado que se escondía detrás del artista.

 

Resulta fascinante ver los resultados de su frenético ritmo de trabajo en los últimos años de su corta vida, cuando creaba casi un cuadro diario (lo que te hace plantearte de lo que serías capaz si no existieran Netflix y los vídeos de gatos de internet).

 

En este museo te puedes perder durante horas, y te recomiendo que lo hagas. Además, hay una cafetería estupenda, para que puedas hacer una parada y recobrar fuerzas antes de seguir explorando.

 

Casi siempre hay cola a la entrada, pero, si me has hecho caso y tienes la tarjeta Iamsterdam en el bolsillo, podrás pasar de largo y entrar directamente, igual que si reservas con antelación por internet. Las audioguías cuestan cinco euros y harán que disfrutes la experiencia aún más.

Visita el Barrio Rojo

Después de tanto museo, toca entregarse al vicio… Al igual que los coffee shops, el Barrio Rojo (De Wallen) es una parte destacada de la ciudad que no puedes pasar por alto. Y, si te digo la verdad, es un lugar fascinante.

 

La primera vez que lo recorrí era de día y estaba casi desierto, con alguna que otra mujer luciéndose en un escaparate y tratando de captar clientes. Esta es la parte más antigua de la ciudad y aquí se pueden encontrar restaurantes, bares y tiendas estupendos (no todo es perversión).

 

Dicho esto, la verdad es que el barrio de noche es una auténtica locura. Las calles se llenan de gente que observa a las trabajadoras del sexo en los escaparates iluminados de rojo.

 

Es un lugar sórdido, caro (hablo de las bebidas, que conste, sobre las profesionales no puedo opinar) y repleto de turistas normales y corrientes que observan el espectáculo, lo que crea un contraste algo absurdo.

 

Hay locales en los que se pueden ver shows de sexo en vivo, si te van ese tipo de cosas. Yo personalmente preferiría gastarme el dinero en un cargamento de stroopwafels, pero cada cual con sus gustos…

Ya que hablamos del tema… Cómete un stroopwafel

Los stroopwafels son una pasada. Y, si en vez de ir a un local de sexo compras toneladas de estas galletas, será dinero más que bien empleado. Los stroopwafels son una especie de gofres finitos que se hacen en una plancha especial.

 

Cuando están cocidos y aún calientes, los cortan por la mitad con un cuchillo afilado y mucha maña. Después les echan caramelo y sirope de canela, y vuelven a unir las dos mitades para crear lo que probablemente sea el sándwich más delicioso de todo el planeta.

 

Los stroopwafels de Lanskroon y los del puesto del Mercado de Albert Cuyp son legendarios. Si necesitas una excusa para pasarte por los dos sitios, di que lo haces para comprobar si la fama es merecida. Te lo aseguro, son el paraíso en la tierra para los más golosos.