Insertada dentro de las repúblicas Bálticas que todos sabemos recitar de carrerilla, Estonia, para que la ubiques, es la que se encuentra más al norte de todas y también la más pequeña. Este país de algo más de 1 millón de habitantes tiene en su capital, Tallin, una de sus principales cartas de presentación.
Antigua ciudad medieval fortificada en donde sus torres y murallas adornan todo el casco histórico, Tallin es otra de esas de ciudades con encanto que parecen salidas de un cuento. Si viajas al tesoro medieval del Báltico y te preguntas qué se puede ver, no te pierdas las siguientes recomendaciones.
Difícil pasear por el casco antiguo y que no acabes llegando al corazón de Tallin, la “Raekoda plats”. La plaza del ayuntamiento es uno de los iconos y de las joyas de la ciudad en donde se concentra el bullicio y la actividad de la capital de Estonia. En la plaza llaman la atención las coloridas casitas a su alrededor que hoy son cafeterías, restaurantes y terrazas, y el edificio del ayuntamiento de estilo gótico con su torre de 61 metros. Tampoco hay que perderse la famosa farmacia de Raeapteek, la más antigua de Europa.
Un viaje al pasado a la mismísima Edad Media. En un caserón antiguo en pleno centro de Tallin junto a la plaza del ayuntamiento se encuentra Olde Hansa. Nada más poner un pie en él te darás cuenta de que no has caído en un restaurante cualquiera. En un ambiente que recuerda al de las tabernas de época, iluminado por velas y candiles, enseguida el simpático personal ataviado con los trajes típicos de la Tallin más vetusta te harán sentirte como en el túnel del tiempo. Con un menú basado en los platos e ingredientes que se comían durante el medievo, podrás experimentar sabores olvidados a base de platos de caza, salchichas de oso, o una buena variedad de pescados, que en ocasiones te harán utilizar las manos. Al Olde Hansa no le falta detalle, y a la decoración y al menaje utilizado, se le suma una explicación teatralizada de los meseros que hará que la experiencia merezca la pena. A la hora de pagar, no te preocupes si no has traído una bolsa de oro, con tu tarjeta o la moneda local podrás hacerlo sin problema.
Otro de esos consejos útiles para muchos de los visitantes que llegan a Tallin es adquirir la ya típica tarjeta de la ciudad. La Tallinn Card se puede comprar para uno o varios días, combina en su precio el acceso ilimitado al transporte público, la entrada gratuita o descuentos para museos, atracciones, restaurantes y algunos accesos de las murallas de la ciudad. Si tu idea es visitar Tallin a fondo, con esta tarjeta podrás aprovechar tu visita al máximo ahorrando algunos euros.
En la ciudad alta se encuentra otro de los edificios que por su arquitectura y belleza bien merece una visita. Es la catedral ortodoxa de Aleksander Nevski, que se construyó a finales del siglo XIX. Su diseño de estilo ruso recuerda al de otras iglesias ortodoxas similares de Rusia o como la de Sofía (del mismo nombre) en Bulgaria. Está decorada con llamativos mosaicos en su exterior y sus imponentes y armoniosas cuatro cúpulas, hacen de ella uno de los tesoros de Tallin declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1997. Aunque su entrada es gratuita, aprovecha para sacar todas las fotos que puedas de su fachada, porque en su interior no está permitido. Por la noche tiene un encanto especial, pues se encuentra iluminada.
El casco antiguo de Tallin es Patrimonio de la Humanidad y uno de los más hermosos de Europa. Tales argumentos le han servido para ser llamado por algunos como la pequeña Praga. Si quieres admirar su belleza desde las alturas estás de suerte, dos de los mejores miradores de la ciudad son gratuitos y se encuentran en la parte alta de la ciudad llamada Toompea. En el mirador de Kohtu podrás ver vistas de toda la ciudad y enamorarte de los cientos de tejados medievales. A pocos metros de este último, encontrarás el mirador de Patkuli en la calle del mismo nombre, desde donde verás la mejores perspectivas de la muralla que rodea la ciudad baja, la iglesia de San Olaf y edificios modernos con el puerto de fondo.
Y si vienes a Tallin no te pierdas la farmacia más antigua de Europa. Tranquilo, no es porque te vayas a poner malo, sino para que vayas a visitar esta auténtica reliquia. Aunque si por casualidad ese fuera el caso, esta farmacia tiene la particularidad que sigue abierta y en funcionamiento desde 1422. El local guarda casi en totalidad la apariencia de sus inicios. Tras la parte de la botica en la que despachan, encontrarás una especie de pequeño museo con algunos objetos de las diferentes etapas de la farmacia a lo largo de los años. Un paseo en el túnel del tiempo para curiosos y amantes de lo antiguo.
Si en Olde Hansa probaste la comida tradicional, en el restaurante Kaerajaan tendrás la oportunidad de degustar platos de recetas antiguas mezcladas con técnicas modernas en lo que se conoce como cocina de fusión. Insertado en plena plaza del ayuntamiento, podrás deleitarte con unas increíbles vistas de la Tallin monumental mientras pruebas bocado junto al ventanal del local.
Lleno de coloridos murales y obras de arte urbano en forma de grafitis, y con una arquitectura particular, el barrio de Kalamaja es la “hipsterville” de Tallin. Las antiguas naves y complejos de la histórica industria maderera de la ciudad, han dejado paso a una savia nueva que ha rejuvenecido el área a base de cafeterías, bares y galerías, atrayendo la creatividad de jóvenes empresarios. Telliskivi es su centro neurálgico con tiendas y un mercado en donde es posible encontrar casi de todo. Independientemente de si entras en la definición de hipster o no, te prometo que te enamorará Kalamaja.
Esta iglesia del S.XIII recibió su nombre en honor a San Nicolás, el patrón de los marineros y comerciantes. Tras sufrir un gran incendio y ser bombardeada por los rusos durante la II Guerra Mundial, gran parte de su interior y muchas de sus obras fueron destruidas. Tras ser reconstruida, hoy es un lugar en donde se realizan varios conciertos y también se utiliza como museo en donde se exponen obras medievales del museo de arte de Estonia.
De reciente creación, este creativo hotel de origen estonio, comparte lobby y espacio en el mismo y céntrico edificio que otro de los clásicos de Tallin, el Hotel Viru. Por ello puede sucederte la graciosa situación de que al llegar a él puedas confundirte de recepción a la hora de registrarte. A partir de ahí el Sokos Estoria es toda una experiencia con un concepto de alojamiento fresco y refinado, en donde la comodidad y el estilo no están reñidos en absoluto. Si no sabes mucho sobre el país o quieres profundizar tu conocimiento sobre él no te preocupes, tu estadía será muy provechosa ya que desde la propia puerta de tu habitación empezarás a aprender cosas. Allí puede leerse una frase o una fecha relevante sobre el país que te dará la bienvenida. Y una vez en tu cuarto, la decoración con colores vivos típicos de la Estonia antigua te sorprenderán.
Llama la atención que cada una de las habitaciones está personalizada, llevándote de viaje por alguna de las principales zonas y características del país por medio de sus cuadros y libros. Como consejo no te pierdas las vistas de la ciudad, y descubre el secreto del misterioso piso 23 y la KGB. En resumen, podrás encontrar una auténtica clase sobre la historia y la cultura estonia en un hotel elegante y moderno.
Y si después de recorrer durante el día las calles de la ciudad no apetece quedarte en el hotel, Tallin cuenta con algunas buenas opciones para salir de noche. Un lugar que te recomendamos es el Sigmund Freud bar. Este céntrico lugar es ideal para dejarte llevar por el ritmo de la noche tallinesa a golpe de cóctel. Llaman la atención las diferentes y creativas bebidas que tienen en su carta. Desde una servida en una calavera con fuego, a otra que asemeja una maceta entre otras muchas. Tanto si buscas buen ambiente o te apetece reflexionar de la vida entre bebidas espirituosas, el Sigmund Freud es tu lugar.
Uno de los símbolos de Tallin es un conocido y céntrico hotel que ya es historia de la ciudad, el Hotel Viru. Construido en la época comunista con la intención de acoger a las personalidades extranjeras que visitaban la capital, compartió su función primordial con otra muy especial durante los años de la guerra fría, la de espionaje. De los 23 pisos de los que se componía el hotel, el personal y los huéspedes solo tenían acceso a 22. Y es que en ese último, se escondía nada más y nada menos que un área restringida de la KGB (la oficina de inteligencia rusa). Años más tarde, cuando Estonia dejó de ser una república soviética y se desmanteló el servicio secreto ruso, en la huida apresurada de los agentes que allí trabajan quedaron atrás en las oficinas de ese piso 23 muchos documentos, artículos y mobiliario de la época que se conservan hasta nuestros días.
Hace unos años, el Hotel Viru decidió hacer pública su historia y abrir las puertas de ese piso 23 a turistas y curiosos para realizar un tour por aquella área restringida llamado el “tour de la KGB”. Este tour se compone de un animado paseo acompañado por un guía entre historias y anécdotas de agentes secretos y espionaje, en un escenario que permanece inalterado con escritorios antiguos, equipos de radio, trajes militares y muchas fotos antiguas. Por unos 11€ puedes sentirte como una especie de James Bond en una de sus misiones o como un agente secreto. Cuando termines el tour si alguien te pregunta no lo olvides, todo cuanto veas y oigas es estrictamente confidencial, y no ha tenido lugar.
- Alberto Menéndez Sánchez