Terracota, torres y tortellini: guía para no perderse nada en Bolonia

Tortellini, lasaña, mortadela... Bolonia es una ciudad que se ha ganado a pulso un hueco en el olimpo gastronómico y ha regalado al mundo algunos de los manjares italianos más míticos, como la exquisita salsa ragù, más conocida a nivel internacional como salsa boloñesa. Uno de los múltiples sobrenombres de la ciudad es La Grassa (“la gorda”), y la verdad es que le viene que ni pintado porque Bolonia es el lugar a donde van a morir las dietas. Por suerte, las calorías extras que sin duda vas a ingerir cuando estés allí podrás quemarlas fácilmente pateándote de arriba abajo la ciudad y visitando sus más de cincuenta museos y galerías, subiendo a sus torres inclinadas, que no tienen nada que envidiar a la de Pisa, recorriendo los cuarenta kilómetros de pórticos bajo protección de la UNESCO que embellecen su casco histórico, descubriendo su universidad, aprovechando al máximo una vida nocturna de lo más animada y curioseando en sus mercados.

Si solo dispones de 48 horas, apenas te dará tiempo a rascar la superficie de esta ciudad con tanto por descubrir, pero merece la pena intentarlo. Para ayudarte a exprimir la visita todo lo posible, aquí va una lista de lugares y actividades imprescindibles.

Perderte por sus calles

En Bolonia hay muchísimos edificios medievales y renacentistas. Puedes empezar la visita por la Piazza Maggiore, que lleva siendo el epicentro político y social de la ciudad desde el siglo XIII. Esta enorme plaza está flanqueada por pórticos de piedra roja, un palacio medieval y la Basílica de San Petronio, una de las iglesias más grandes de toda Italia. Pídete un café y coge un poco de colorcito al sol en una de las terrazas o tómate un aperitivo al caer la tarde, y no te pierdas la galería “secreta” de los susurros, que se encuentra bajo el pórtico en el lado norte de la plaza.

 

Continúa el paseo en dirección al antiguo gueto judío, uno de los barrios con más encanto, donde se suceden edificios de ladrillo rojo, callejuelas estrechas, puentes, plazas preciosas, tiendas de artesanía, pequeñas galerías y comercios independientes.

Descubrir sus mercados

Bolonia en una verdadera mina en lo que respecta a productos frescos y artesanales. La región de Emilia-Romaña ha bendecido al mundo con carnes curadas como el jamón de Parma y la mortadela, quesos como el parmigiano reggiano y el aceto balsamico (vinagre balsámico). Todas estas exquisiteces las puedes encontrar en el Quadrilatero, un laberinto de callejuelas medievales situado detrás de la Piazza Maggiore. Haz una parada en Tamburini, una tienda tradicional de delicatesen en pleno Quadrilatero que tiene unos precios estupendos, y pídete un plato de queso y jamón o, si lo prefieres, entra en el mercado cubierto más grande de Bolonia, el Mercato delle Erbe, y degusta pescado frito o pizza al taglio (en porciones). Para probar productos locales a precios sorprendentemente económicos, pásate por el Mercato del Novale di Piazza Carducci, que se celebra todos los domingos por la mañana. Si te gustan las antigüedades, no te pierdas el mercadillo que se organiza en la Piazza Santo Stefano el segundo fin de semana de cada mes.

Comer como un auténtico boloñés

Como ya te he comentado, Bolonia es un paraíso culinario. Hay restaurantes estupendos por doquier, pero, si quieres probar algunos de los manjares más irresistibles de la ciudad, te recomiendo la Trattoria Anna Maria. La propietaria abrió esta joya de local hace unos cuarenta años y en la actualidad, ya pasada la setentena, Anna Maria sigue dando vueltas por el restaurante y saludando a nuevos clientes y caras conocidas. Esta mujer protege con uñas y dientes sus recetas, que han pasado intactas de generación en generación.

 

El ragù de cerdo y ternera se sirve con tagliatelle frescos; la lasaña es vegetariana (de espinacas), los enormes tortelloni se rellenan de ricotta y espinacas y se bañan en mantequilla y salvia, y los pequeños tortellini llevan mortadela y parmigiano reggiano, y están bañados en caldo de capone. La pasta se elabora a mano en un obrador situado a tiro de piedra del restaurante, donde puedes conocer a la sfoglina, la encargada de preparar la pasta, que la extiende en láminas del tamaño de una mesa y luego crea con sumo cuidado la forma de los tortellini, los tagliatelle o los pappardelle.

 

All’Osteria Bottega, un local nada pretencioso, es otra joya gastronómica donde puedes tomarte la clásica gramigna alla salsiccia acompañada de una copa de Lambrusco (el popular vino espumoso originario de la región) y el mejor tiramisú de la ciudad.

Disfrutar de las vistas

 

Aprovecha las energías después de ese atracón de carbohidratos para ascender a las torres más emblemáticas de la ciudad, las conocidas como Dos Torres, la Torre degli Asinelli y la Garisenda (que da la impresión de estar a punto de venirse abajo en el momento menos pensado). Sube los 498 escalones de la Asinelli para disfrutar de una panorámica estupenda de toda la ciudad y aprovecha para hacerte un selfi (después de haberte secado las gotitas de sudor de la frente). Desde allí entenderás enseguida por qué otro de los sobrenombres de Bolonia es La Turrita (la ciudad de las torres). Aunque en la actualidad solo siguen en pie una veintena, antiguamente Bolonia era una especie de Manhattan medieval, con más de un centenar.

Después de coronar las torres, pasea por el pórtico más largo del mundo hasta el Santuario de San Luca, una preciosa iglesia del siglo XVIII situada en lo alto de un promontorio. Eso significa tener que recorrer cuatro kilómetros de pórticos y pasar por debajo de 660 arcos, pero las vistas merecen el esfuerzo. Si lo prefieres, la Basílica de San Petronio, con sus 47 metros de altura, también ofrece una panorámica estupenda sin apenas impacto en el podómetro (se puede subir a la cúpula en ascensor).

Atiborrarte a helado

Los boloñeses son auténticos maestros del helado. Hay un sinfín de heladerías artesanales entre las que elegir (Cremeria Santo Stefano es una de las mejores), pero, si quieres sumergirte de lleno en el mundo del gelato, no te pierdas el único museo del mundo dedicado a este manjar, el Gelato Museum Carpigiani, y disfruta de las degustaciones, talleres y visitas guiadas que ofrece. El grupo Carpigiani, fundado en 1946, se ha propuesto como misión expandir la cultura del helado italiano por todo el planeta. En 2003 crearon la Carpigiani Gelato University, que en la actualidad imparte un curso dedicado al helado artesanal y reconocido por la Universidad de Bolonia. El museo tiene una superficie de más de diez mil metros cuadrados, y el grupo también cuenta con una heladería donde se pueden probar las especialidades del día, además de creaciones originales. Si te apetece, apúntate a una clase magistral para elaborar tu propio helado con la ayuda de un experto.

Admirar los pórticos

Bolonia es célebre en el mundo entero por los cuarenta kilómetros de pórticos que se suceden en gran parte de la ciudad, perfectos para resguardarse cuando llueve o hace un sol de justicia. Además, puede enorgullecerse de contar con el soportal más largo del mundo, de casi cuatro kilómetros de longitud, construido en 1674 y que conduce hasta el Santuario de San Luca. Estas estructuras de madera se erigieron en sus inicios para ampliar la superficie habitable de las plantas altas, pero, a medida que esos pisos aumentaban de tamaño, empezó a emplearse piedra para que pudieran soportar el peso. A diferencia de otras ciudades italianas, donde se prohibieron los soportales para evitar congestionar las calles, en Bolonia las autoridades obligaban a tener uno, y aún se pueden encontrar ejemplos de pórticos de madera originales en la Strada Maggiore y en la Piazza della Mercanzia (Pórtico di Reggiani).

Culturizarte

Bolonia es una de las ciudades más antiguas y prósperas de Italia, con numerosos museos y galerías que rinden homenaje a su ilustre historia. En la Pinacoteca Nacional se exponen obras de los hermanos Carracci de finales del siglo XVI (dos de los padres fundadores del arte barroco italiano). En la Basílica de San Doménico puedes ver de cerca algunas de las esculturas de Miguel Ángel, y el Museo Cívico Medieval alberga auténticas joyas medievales y renacentistas. La Universidad de Bolonia, fundada en 1088, es la más longeva de Europa y hoy en día aún se pueden visitar algunos de sus edificios más antiguos. No te pierdas el teatro anatómico, un aula de la facultad de medicina presidida por estatuas de algunos de los galenos más importantes de la historia y por los inquietantes “desollados”.

A pesar de su extensa y rica historia, La Rossa (“la roja”, otro de sus sobrenombres, que se debe no solo al color de la mayoría de sus edificios, sino al hecho de haber sido un bastión de la izquierda) no vive únicamente de la gloria del pasado. Muy al contrario, Bolonia tiene mucho que ofrecer a nivel cultural y es un poco como la prima divertida e irreverente de Florencia y Venecia. No te pierdas MAMbo, una galería dedicada a la experimentación visual que ocupa una antigua panadería municipal, ni las exposiciones innovadoras y eventos de baile, música y teatro que acoge, incluyendo el BOtanique, un festival de un mes de duración que aúna gastronomía y conciertos de artistas internacionales, o ZamBest, una cita repleta de lecturas, conciertos, actuaciones y debates.

Descansar con estilo

Durante mi estancia en Bolonia, me alojé en el Art Hotel Commercianti, una de las tres mansiones históricas que forman parte del grupo Art Hotels, situados en el casco histórico, donde los días comienzan con brioche, mermelada, capuchino y especialidades locales artesanales, y terminan en habitaciones elegantes con vigas originales del siglo XII y unas vistas espectaculares de la Piazza Maggiore.

 

Vuelos a Bolonia

 

- Alessandra D'Almo