Viaje por carretera en familia: Fez, Marruecos

Después de pasar una semana memorable nadando en el Mediterráneo y buscando cascadas secretas entre las montañas del Atlas, nuestro viaje por carretera de dos semanitas por el norte de Marruecos tomó un cariz algo más cultural.

 

Fez, la siguiente parada de nuestra ruta, es una ciudad imperial que ha sido testigo de trece siglos de historia y su célebre medina, la más grande del mundo, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Nada más llegar, nos lanzamos a recorrer sus animadas calles repletas de puestos de comida, de alfombras hechas a mano, de farolillos y de objetos de cuero y cerámica. Si quieres conocer a fondo la medina, la mejor opción es contratar a un guía, a ser posible uno oficial.

Una casa de estilo andalusí.

Siguiendo el consejo de un amigo, nos alojamos en plena medina con la esperanza de vivir una experiencia auténtica, y la verdad es que el Riad Anata superó nuestras expectativas. Este riad, situado al lado de la Place Batha, es un verdadero santuario que aúna modernidad y tradición. Fue el refugio perfecto para poner el broche de oro a unas agotadoras jornadas de turismo tomando un té a la menta y contemplando la puesta de sol desde la azotea.

La chef Mina (a la derecha).

Una de las experiencias más gratificantes de nuestra estancia fue la clase de cocina tradicional que la chef Mina impartió en el Riad Anata y que supuso una oportunidad única para sumergirnos de lleno en la cultura marroquí. Empezamos yendo a la medina prontito por la mañana para comprar todos los ingredientes y después descubrimos recetas tradicionales del país y aprendimos la importancia que tiene la gastronomía en la vida de los marroquíes. Para terminar, degustamos un delicioso tajín de cordero con zanahoria y ensalada de berenjenas.

La Ciudad Nueva de Fez.

Para aquellos a los que no les atraiga demasiado la idea de visitar la medina al anochecer, en la Ciudad Nueva se pueden encontrar centros comerciales, restaurantes y hoteles modernos estupendos.

 

El Sahrai, con vistas a la medina, se convirtió en el primer hotel boutique de la ciudad cuando abrió sus puertas en 2014 y ahora es uno de los más populares entre los marroquíes que buscan un local con estilo. Los habitantes más cosmopolitas de Fez suelen dejarse caer por allí para tomar unos cócteles en la galería al aire libre o en la azotea. Durante nuestra visita, a nuestros peques les encantó la piscina infinita.

El hotel Sahrai.

La siguiente parada de nuestro viaje fue la capital, Rabat. Hace diez años, me encargaron un artículo sobre la economía marroquí y estuve residiendo allí varios meses. Lo que recuerdo de aquella época es una ciudad aletargada, sin apenas vida nocturna ni reclamos para turistas. En este viaje, sin embargo, nos encontramos un lugar diametralmente opuesto.

 

La ciudad de Rabat, situada a orillas del Atlántico, ha vivido una transformación profunda gracias a los esfuerzos del gobierno para situarla al nivel de las capitales europeas.

 

Su impoluta playa central, su paseo marítimo y su maravillosa medina amurallada la convierten en un destino imprescindible. Además, la ciudad alberga el museo más importante del país, el Palacio Real y el Mausoleo de Mohammed V.

 

A nosotros nos fascinó sobre todo la zona de la Casba. Dentro de los muros de esta fortificación del siglo XI se encuentra un tranquilo barrio de estrechas callejuelas y casas blanquiazules, un lugar pequeño y perfecto para dar paseos y dejar que los peques se desquiten echando unas buenas carreras.

La Villa Mandarine.

Creo sinceramente que el alojamiento influye muchísimo en la impresión que te llevas de un destino, y nosotros no pudimos elegir mejor sitio que la Villa Mandarine. Este hotel está situado en medio de un enorme naranjal en una zona exclusiva de la capital y, al poner el pie en él, es como si te adentraras en un jardín secreto. En su día perteneció a una familia adinerada de la ciudad, y en la actualidad se ha convertido en todo un oasis de tradición con 32 habitaciones que derrochan encanto. Es un alojamiento que atrae por igual a viajeros de negocios y a turistas, y donde siempre te reciben con los brazos abiertos.

 

Dado que nuestro viaje había comenzado junto al mar, no se nos ocurrió mejor forma de dar por finalizadas las vacaciones que pasando nuestra última noche en la playa más espectacular que puedas imaginar. Está situada a unos 45 minutos de Tánger, en Asilah. Aunque este pequeño y tranquilo pueblo costero es un imán para gente que huye del ajetreo de las grandes ciudades, tuvimos la gran suerte de descubrir un paraíso oculto que solo conocen unos pocos lugareños.

La playa privada de Chez Mounir.

La playa privada de Chez Mounir se extiende hasta donde alcanza la vista y está oculta entre las dunas a unos diez kilómetros de Asilah. Chez Mounir se compone de un edificio principal y varios bungalós, y es un lugar perfecto para aquellos que buscan tranquilidad y sencillez. Aunque el alojamiento puede resultar demasiado rústico para algunos, el entorno lo compensa con creces. Nuestra estancia allí fue magnífica; por el día lo pasamos en grande bañándonos y jugando en la playa, y por la noche cenamos pescado fresco exquisito.

El final perfecto para unas vacaciones de ensueño.

Aunque se nos hizo difícil despedirnos de Marruecos y de sus preciosas ciudades y paisajes, nos consolamos pensando que podemos repetirlo en cualquier momento… No hay que olvidar que hay vuelos de sobra y desplazarse por el país es increíblemente sencillo. Así que, más que un adiós, esto ha sido un hasta pronto.

 

- Karyn Gorman y Olav Adami

 

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