Frank Zappa, la libertad y el derecho de un perro a comportarse como tal: bienvenidos a la República de Uzupis

Detrás de un aparcamiento de la calle Kalinausko de Vilna, la capital de Lituania, se yergue una pequeña estatua de bronce. Lleva allí desde 1995, sobre un pedestal en el que originalmente se alzaba una estatua de Lenin (que fue derribada con motivo de la independencia de Lituania del régimen soviético en 1991).

 

Según Sualius Paukstys, funcionario y fotógrafo que la pidió y encargó, el motivo para erigir esa nueva estatua era marcar el hito que suponía el fin del periodo comunista. Pretendía ser un símbolo de la recién adquirida libertad artística y personal del país; un monumento a la democracia que tanto ansiaba Lituania; una prueba de que las cosas habían cambiado de verdad. ¿A que ya tienes ganas de saber qué ha reemplazado a Lenin en lo alto de ese pedestal? Pues nada más y nada menos que un busto del gran músico estadounidense Frank Zappa.

 

¿Qué otra cosa podría ser?

Frank Zappa, con aire pensativo sobre el pedestal.

Puede parecer una elección un poco extraña si tenemos en cuenta que Zappa nunca estuvo en Vilna ni le unía ningún tipo de vínculo con Lituania.

Sin embargo, si lo piensas bien, tiene bastante sentido: escuchar su música estaba prohibido bajo el régimen soviético y colocarle un monumento dejaba patente que el país por fin era libre. Aparte de eso, Frank Zappa es increíble y se merece todas las estatuas que quieran dedicarle.

 

En mi opinión, la estatua encarna además dos características muy importantes de Vilna y sus habitantes: su gran sentido del humor y un amor muy sano por lo absurdo, dos cosas que pude apreciar y valorar durante mi visita.

 

De hecho, el busto de Frank Zappa no es el único ejemplo de ese humor y extravagancia que estaban empezando a despuntar en Vilna…

Di adiós a Lituania y hola a la República de Uzupis.

Dos años después de que se erigiera la estatua, el grupo responsable del monumento dio una nueva muestra de su espíritu revolucionario e irreverente. Muchos de ellos eran artistas y músicos, y vivían en un lugar llamado Uzupis, un pequeño barrio de unas 148 hectáreas situado junto al río Vilnele. Era una zona humilde de la ciudad que había sufrido mucho durante los años del comunismo. Frustrados por el hecho de que no se invirtieran tiempo ni recursos para mejorar el barrio, decidieron coger el toro por los cuernos y declararon Uzupis una república independiente el 1 de abril de 1997 (sí, el día de los inocentes anglosajón).

 

La República de Uzupis tendría un presidente y consejo de ministros, cuatro banderas diferentes (una para cada estación), un himno, divisa y pasaportes propios, y la mejor constitución que jamás se haya redactado (el artículo 12 estipula que “Un perro tiene derecho a serlo”). Incluso tendría un ejército formado por once soldados.

 

Si la lucha por colocar estatuas de Zappa y por los derechos de los perros a ser ellos mismos no basta para hacer que quieras visitar ya mismo Uzupis, no sé qué más puedo decirte. Yo, desde luego, lo tuve claro desde el minuto uno. Me encanta la gente que no se toma la vida demasiado en serio y me apasiona lo extravagante, así que Uzupis fue la primera parada en mi viaje a Vilna.

Mejor no intentes pagar con ese billete en el supermercado de tu barrio.

No es que sea una zona repleta de monumentos o atracciones imprescindibles, sino más bien un lugar perfecto para darse un paseo, comerse un trozo de tarta en una cafetería, tomarse una cerveza en un bar, hablar con la gente y mantener los ojos bien abiertos para no perderse esas pequeñas absurdeces que convierten Uzupis en un lugar único.

 

Aun así, hay un par de cosas emblemáticas que merece la pena ver, incluido el Ángel de Uzupis, que es al barrio lo que la Estatua de la Libertad es a Nueva York. Se trata de una gran escultura de bronce creada por el artista local Romas Vilčiauskas, que se erigió en 2002 como símbolo de libertad de expresión y artística.

 

Vilčiauskas es también el artífice de la Sirenita, una estatua que se encuentra en el margen del río, justo debajo del puente de Uzupis. Es verdad que no tiene el mismo tirón que la Sirenita de Copenhague, pero ambas tienen un semblante igual de melancólico… Además, en el propio puente hay una colección de candados con nombres grabados que las parejas colocan para luego de tirar las llaves al río Vilnele, con la esperanza de que ese rito haga que su amor sea eterno.

Diez minutos son suficientes para ver los monumentos emblemáticos de la República de Uzupis.

Si te apetece descansar un rato y tomarte una taza de café o una de las potentes cervezas lituanas después de haber visto los rincones más célebres del barrio, te recomiendo que vayas a Uzupio Kavine, un local situado justo al lado del puente, donde se reúne el gobierno para deliberar y tomar decisiones (ocupan la mesa grande que hay junto a la barra). Así podrás decir que técnicamente has estado en el Parlamento de Uzupis. El bar cuenta con una terraza estupenda para disfrutar cuando el tiempo acompaña. Desde ahí, puedes caminar dos minutos río arriba hasta Art Incubator; no tiene pérdida, tan solo tienes que buscar la cebra-unicornio-balancín a tamaño real que adorna la entrada.

 

Cuando visité este espacio creativo, tuve una guía de excepción, Ieva Matulionyte, una mujer encantadora cuya familia lleva en el barrio desde hace tres generaciones. El Incubator es un lugar animado en el que artistas residentes e invitados trabajan y exponen su obra, y donde se celebran eventos y talleres. En cierto modo, es como el alma de Uzupis, un espacio donde se concentra esa gente alegre e imaginativa que convierte la república en un lugar sumamente agradable.

Maurius, uno de los artistas residentes, y algunas de las obras de arte expuestas en el Incubator.

De todas las cosas maravillosas que tiene la República de Uzupis, si tuviera que elegir me quedaría con su Constitución porque dice mucho de la gente que vive allí. No trata temas como el derecho a llevar armas ni nada por el estilo, sino que garantiza a los ciudadanos derechos mucho más entrañables. Si te interesa, puedes leer la versión en inglés aquí, aunque a continuación te presento algunos de los artículos que más me han gustado:

 

1 – “Todo el mundo tiene derecho a vivir junto al río Vilnele, y el río Vilnele tiene derecho a fluir junto a todos los residentes”. En Uzupis, hasta los ríos tienen derechos.

12 – “Un perro tiene derecho a serlo”. Nada que objetar.

13 – “Los gatos no están obligados a querer a sus dueños, pero tienen que ayudarlos en caso de necesidad”. Creo que esta gente espera demasiado de los gatos, aunque es bonito que sean tan optimistas.

21 – “Todo el mundo tiene derecho a ser consciente de su propia insignificancia”. Un sabio consejo. Además, un poquito de miedo existencial nunca le ha hecho mal a nadie.

Si quieres vivir en un lugar cuya Constitución recoge el derecho a no hacer nada, Uzupis es tu barrio.

Uzupis ha sido comparado con Christiania (Copenhague) y Montmartre (París). No sé si se parecen demasiado, porque Uzupis es un lugar con menos solera y mucho más irreverente… De hecho, en mi opinión no hay ninguna necesidad de compararlo con otros lugares. Es sencillamente único y hay que apreciarlo como tal.

 

Últimamente se está produciendo un fenómeno de gentrificación en el barrio, así que no me extrañaría que en el futuro se convirtiera en el lugar de moda de Vilna, un poco como el distrito londinense de Shoreditch, pero con menos tatuajes de calaveras mexicanas y menos leche de almendra. Por el momento, es un testimonio de lo increíble que es Vilna y lo simpáticos y vivarachos que son sus habitantes.

 

Es, sencillamente, un recordatorio maravilloso de lo que se puede lograr con un poco de determinación, una pizca de creatividad y una buena dosis de sentido del humor.

 

Ah, y teniendo a Frank Zappa como guía espiritual…

 

- Dee Murray