Ruta en poni por la Playa de Ballyconneely, en Connemara

Cuando llegamos a nuestro destino, una pequeña casa de campo de color blanco, el sol por fin aparece tras las nubes que nos han ensombrecido todo el camino hasta Ballyconneely.

 

Poder ver este paisaje, célebre por su clima salvaje e inmisericorde, bañado por la luz del sol es un verdadero privilegio. La región de Connemara es aún más bonita de lo que la recordaba y el centro especializado en rutas en poni The Point, situado justo al lado de la playa, tiene una ubicación privilegiada para admirarla en todo su esplendor.

 

La idea de montar a caballo en una playa del “salvaje oeste” irlandés siempre me ha atraído, y tener la oportunidad de hacerlo en un día como este lo hace aún más emocionante.

 

Anne, nuestra guía, sale a saludarnos con una sonrisa de oreja a oreja en cuanto nos oye aparcar y luego nos lleva a una sala para que nos pongamos los cascos y las botas de equitación. En un pequeño prado frente a los establos, esperamos a que nos presenten a nuestros fieles corceles.

 

Aunque no soy novata en esto de la hípica, hace bastante tiempo desde la última vez que monté a caballo, y además ahora soy mucho mayor y más miedosa de lo que era por entonces... Cruzo los dedos para que me toque un poni manso y obediente.

 

Anne interrumpe mis pensamientos (como si me estuviera leyendo la mente) y me tranquiliza: “Todos los animales están acostumbrados a llevar niños muy pequeños y principiantes, así que no vas a tener ningún problema”.

 

En el momento en que conozco a Monty, ya no me queda la más mínima duda de que todo va a ir bien. Es un ejemplar precioso, de color marrón oscuro y con una mirada tranquila y despierta. Tiene 25 años, por lo que es ya todo un veterano en esto de los paseos por la playa, aunque aun así se le ve con energía de sobra.

 

Me paso un minuto o dos soplándole suavemente la nariz y hablándole muy bajito como si fuera la mujer que susurra a los caballos, y enseguida tengo la sensación de que se ha creado un vínculo entre nosotros.

 

Aunque soy consciente de que ese vínculo es con casi toda probabilidad fruto de mi imaginación, lo que importa es que estoy tranquila e impaciente por empezar, así que me subo con decisión a lomos de Monty.

Monty, de pie, observando a sus compis de aventuras… Crédito de la foto: The Point Pony Trekking Connemara.

Para ir abriendo boca, avanzamos despacito hacia la playa. Por el camino, Anne se interesa por nuestras vidas y nos cuenta un poco de la suya.

 

Según nos explica, es belga y lleva once años afincada en el país, desde que conoció a Sean, su pareja, un irlandés de pura cepa cuya familia ha vivido en la región de Connemara durante doscientos años. En un día como este, no me sorprende lo más mínimo que la gente decida establecerse aquí de por vida.

 

Llegamos a la pasarela que conduce a la playa. La marea está baja y el sol se refleja en el Atlántico. No sé muy bien qué esperaba encontrarme (llevaba años sin venir a esta zona), pero desde luego no me esperaba esto.

 

Arena blanca, cielos azules con nubes que parecen personajes de dibujos animados y un mar de color aguamarina que te deja sin respiración... Es una imagen espectacular y no puedo parar de sonreír como si fuera la tonta del pueblo mientras Monty abandona el camino y se dirige hacia la arena.

 

Anne me vuelve a leer la mente y se gira para decirme que, aunque lleva once años viendo el mismo paisaje, sigue emocionándose cada día como si fuera la primera vez.

 

Hasta Monty avanza con más garbo y empieza a trotar camino de la orilla. Es obvio que disfruta como el que más estando en la playa.

Galopar por la playa es una experiencia maravillosa.

A este carcamal aún le queda cuerda para rato. Y Monty tampoco lleva nada mal su edad…

 

Seguimos adelante, alejándonos del mar cuando aparece alguna zona rocosa o llega la marea. Los ponis avanzan felices mientras Anne nos cuenta curiosidades sobre la zona.

 

Comentamos la reciente compra de Donald Trump de un club de golf en Galway; a Anne no le impresiona lo más mínimo la riqueza del magnate.

 

Mientras avanzamos sobre la hierba que crece en el extremo de la playa, con la cordillera Twelve Bens alzándose majestuosa en el horizonte, no puedo evitar pensar que Anne mide la fortuna de forma muy diferente a Trump y que ella, con toda razón, se siente más rica de lo que jamás hubiera pensado.

Anne nos guía por la preciosa Playa de Ballyconneely.

Durante la bajamar, se puede pasear a través de la arena húmeda hasta algunas isletas cercanas desde las que hay unas vistas estupendas de la costa.

 

Nosotros llegamos un poco tarde, pero aun así tenemos espacio de sobra en la arena para disfrutar de largos paseos. Si te digo la verdad, pocas cosas te harán sentir más vivo y más libre que galopar por una playa bajo el sol a lomos de un poni de Connemara.

 

El viejo Monty está entusiasmado. No sé a cuántos años humanos equivalen 25 años equinos, pero deben de ser unos setenta. Yo daría lo que fuera por moverme con esa soltura cuando llegue a su edad.

 

Los paseos se adaptan a jinetes de todo tipo: principiantes absolutos, niños pequeños o gente con experiencia. Si eres muy alto, te darán un caballo en lugar de un poni de Connemara (por el bien de los dos).

 

Los recorridos pueden durar una o dos horas, y también es posible reservar medio día o un día completo. Los ponis de Connemara son animales vigorosos y recios, acostumbrados al clima del oeste de Irlanda, así que las rutas no se cancelan aunque el tiempo no acompañe.

 

Los paseos en poni son una experiencia auténtica e inolvidable, y no solo te permiten descubrir la belleza salvaje de la Ruta Costera del Atlántico, sino que te dan la oportunidad de formar parte de ella.

 

Si te pareces en algo a mí, es muy probable que acabe siendo el plato fuerte de tu viaje al oeste de Irlanda.

 

Una ruta por la playa de dos horas de duración con The Point Pony Trekking cuesta sesenta euros, y vale cada céntimo… Consulta su página web para obtener más información.

 

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- Dee Murray